sábado, 1 de enero de 2011

"El ideal del partido era inmenso, terrible y deslumbrante; un mundo de acero y hormigón armado, de máquinas monstruosas y espantosas armas, una nación de guerreros y fanáticos que marchaba en bloque siempre hacia adelante en unidad perfecta, pensando todos los mismos pensamientos y repitiendo a grito unánime la misma consigna, trabajando perpetuamente, luchando, triunfantes, persiguiendo a los traidores..., trescientos millones de personas, todas ellas con la misma cara. La realidad era, en cambio: lúgubres ciudades donde la gente, apenas alimentada, arrastraba de un lado a otro sus pies descalzos con agujereados zapatos y vivía en ruinosas casas del siglo XIX en las que predominaba el olor a verduras cocidas y retretes en malas condiciones".
Orwell

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